Me ha mirado el paquete

Hoy mientras paseaba iba pensando en mis cosas. También, como siempre, iba mirando a los tíos buenos que se cruzaban en mi camino, algo que entraña cierto peligro, no sería la primera vez que me tragara una farola, papelera o peatón. A lo lejos se podía ver un marroquí, al que desde la distancia se intuía digno de un buen repaso visual, camuflado tras mis oscuras gafas de sol.

Estaba solo, sentado en un banco y con la mirada perdida en el horizonte. Conforme me acercaba mis intuiciones se iban confirmando. Era de los que me gustan, de los que me pierden. Me acercaba más y más. Poco a poco iba descubriendo más su bello rostro, sus firmes piernas, su piel dorada.

Cuando ya sólo unos metros me separaban del hermoso ejemplar, he descubierto que él hacía lo mismo que yo. Él también me estaba dando un buen repaso. Pero de pronto he comprobado con cierto orgullo que su mirada se detenía en mi paquete.

En cuestión de segundos mi imaginación se ha disparado, ¿cómo acabará esto? ¿será el amor de vida o tan sólo un rollito? ¿cómo nos entenderemos? ¿dónde iremos? ¿será él quien dé el primer paso? ¿esperará que lo haga yo? decenas de preguntas asaltaban mi mente, decenas de finales para una historia que ni siquiera había empezado se debatían en mi fantasía. Nada estaba claro, lo único evidente era que de forma descarada me estaba mirando el paquete.

Prácticamente a su altura me disponía a saludarle, como respuesta afirmativa a sus insinuaciones, pero no he podido. Él se me ha adelantado. Cuando ya estaba delante, él con voz tímida y acento dubitativo... me ha pedido un cigarro.

Efectivamente me estaba mirando el paquete, pero el de tabaco. La solidaridad del fumador me ha llevado a darle un cigarro, pero a mí lo que me hubiera gustado hubiera sido compartir el otro paquete, eso sí y al acabar el cigarro postcoital.